1- La caída implica inercia.
Las emociones se concentran, a menudo saltan cual aguja que roza el vinilo; mi concentración fluctúa y el vacío se abre, es entonces cuando caigo. Aquí es el gesto quien traza, el espejo refleja mi imagen y los ascensores inician sus danzas emocionales haciendo del trazo testimonio y huella, mientras que subiendo y bajando hacen de mí su fiel marioneta. Mi manjar, mi mayor placer es el ser testigo de la acción que toma forma, es observar cómo este caos se organiza frente a los ojos del que mira, frente a los oídos que escuchan, y para eso, evidentemente hay que saber escuchar, hay que querer ver la poesía macabra que se esconde tras nuestra piel, leer entre lineas, dialogar con el silencio para ver más allá de nuestra identidad; para ver más allá de las formas socialmente aceptadas a las cuales por pereza me identifico, creyendo ser la continuación de lo que fui, sin permitirme ser el principio de lo que seré. Es necesario para abrir las alas desvelar la rigidez que esconde mi identidad, desvelar su podredumbre, y así vislumbrar la ausencia de movimiento que mi relato personal alberga. Hoy salto al vacío con la seguridad de que, dejándome caer públicamente, sentiré el viento en la cara y durante este abandono o muero o vuelo. Solo en la caída podemos observar de frente el estado de nuestra propia sombra y asumiéndola hacerla aliada.
La imagen que surge de este gesto se me asemeja, no a mí, sino a los estados que atravieso durante el acto creativo, es el lugar donde mi gran descanso se materializa, y digo descanso pues aquí puedo rendirme a la gravedad de mi locura y dejar a un lado la monotonía de mi identidad, à la cual solo mi ser cuerdo da importancia, pasando el día rodeado entre cuerdos que tratan desesperadamente de guardar las composturas, yo también lo intento sin mucho éxito. No me confundan idealizando la locura clínica, semejantes estados de sufrimiento no son deseo ni liberación, aunque como desarrollaré mas adelante ese grito se encuentra íntimamente relacionado con la necesidad visceral de estados creativos fértiles, expresión técnica de lo sensible, indispensable para cada cuerpo, hoy aquí hablo de la locura del poeta. Este lugar donde me permito asumir, gritar y exponer mi desacuerdo radical con el tan usado “así es la vida” siendo creador de la mía. Esta caída visceral que representa el acto poético es mi lugar de descanso, lugar donde recuerdo una vez más que soy la materia que altera el color cual cristal que se ve atravesado; luz que se proyecta sin imagen, juicio ni moral y se empapa con la composición sensible de mi cuerpo para concluir revelando el estado cambiante de mi alma.
Las emociones empujan el motor, río, grito y continúo; en mi boca se mezclan melodías y efectos sonoros, el espejo profundiza en mi materia, la altera, mi cuerpo trasmuta y por consecuencia el soporte que recoge mis trazos también; los gestos se suceden sin vínculo aparente en una intimidad aterradora. Acojo el caos, el cuerpo divaga, la mente se pierde y el gesto se muestra refugio; me detengo, sube la intensidad, vértigo.
Observo mi caída, los miedos se imponen, mi mente trata desesperadamente de encontrar un lugar al cual identificarse, la duda molesta; incapaz me pregunto : « ¿por qué me inflijo semejante tortura? ». Olvidado el placer de ser vehículo de algo más grande, la memoria de mi cuerpo y su lenguaje tratan urgentemente de encontrar la figura que me permita acceder al elogio del juicio ajeno, y por tanto aquí estoy solo y no hago más que esquivar dicha figura. Duele, entro en la fase del malestar, « lo que hago no vale nada », « ¿a qué estoy jugando? » ; crisis existencial, "estoy perdido », lloro. "Confía en ti" oigo, "confía en ti" repito. Continúo y el trazo cobra cada vez mas sentido, veo sus ojos, primera sorpresa; bebo sus lagrimas, comienza el diálogo; pregunta, respondo, sugiero, borro, asumo, rasco, « ¡continúa! » oigo, siguen las sorpresas, espero, me detengo, y « «¡continúa! » repito...
1- La caída implica inercia.