4. Garabato garabato.
El garabato es poesía que radicaliza la experiencia, un trazo, un estado en expansión que va más allá del dibujo; una sensación a flor de piel que hace que la acción sea única y desestabilizadora; un soplo que impone un paso al vacío antes de tomar la caída como impulso; el garabato se esconde en el desequilibrio que precede cada paso. Es una provocación que sacude las ideas preconcebidas, la insolencia de las certezas y la inmovilidad de los dogmas, quienes intentan desesperadamente arraigarse bajo la piel. Garabatear es una cura, un permiso para avanzar, una asunción de riesgos que no promete resultados, un terreno fértil para los gérmenes de la renovación para el ojo sensible. El garabato es caos, un lugar de paso indispensable, indisociable del devenir otro, un lugar de aprendizaje íntimo, un impulso autodidacta; un espacio donde el conocimiento no tiene mérito; donde reconoces el estado de tus gestos en el espejo, un lugar donde oyes: "Puedes hacer cualquier cosa, pero primero, cae", y te expones a lo que se te escapa. Un acto de confianza y de confidencia, un lugar de peligro para la idea fija que cree saber, un lugar de goce y placer para la que se suelta. épochè.
La actitud se convierte en medio, impulso, soplo, gesto que nos sitúa en la acción. Garabateando, existimos sin aprobación, el gesto traza y habita el espacio y, sin firmar, ya estoy allí. Este gesto habitado puede ser comprometido y asumido a través del garabato. Es dramático cuando le damos ese sentido, es alegre cuando es la sonrisa la que traza. Como consecuencia de toda experiencia comprometida, se convierte en enigma. Este gesto explora los límites de cualquier técnica que se confunda, y es, si se le permite, un método de aprendizaje extraordinario.
El garabato es, en su proceso, un acto de desobediencia frente a la imposición de la firma; metáfora de la identidad fija, ideal animado por el control indispensable para la organización de nuestra sociedad occidental, una necesidad que lucha por mantener estable lo que, en salud, cambia. Por el peso de la mirada exterior —el ojo ajeno— y de su juicio, intentamos desesperadamente disimular cualquier variación para no tener que justificarnos ante el poder normativo que representa toda alteridad. "No quiero ser esos ojos que..."
Un problema puramente burocrático y administrativo que se ha convertido en una forma de operar. La firma es única e inalterable, y ejerce presión. Generalmente se considera que cualquier cambio es definitivo, binario e irreversible —porque ya causa bastantes problemas reorganizarlo todo—, ya sea aquí o allá. Todos somos potencialmente jueces y acusados de cualquiera, y a menudo una amenaza. Ser fiel a una identidad fija, incapaz de adaptarse al movimiento, esteriliza nuestro terreno y nuestros intercambios, y nos limita a una misma firma para la totalidad de nuestra persona. El garabato es el gesto menor colectivo capaz de desencadenar la avalancha.
No hay que olvidar: deja que el cuerpo haga, autodidacta, borradores.
4. Garabato garabato.